Yo siempre he odiado la política no porque odio la política sino porque odio las actitudes y la incompetencia de algunos de los funcionarios de este país, México, pero decir que odio la política y las leyes es como decir que odio el orden y la justicia a la cual tengo derecho a todas horas todos los días del año. Entonces no puedo quedarme con los brazos cruzados y pretender que no me importa ni me atañe el elegir al presidente de mi país puesto que la democracia es un derecho (no privilegio) por el cual muchas personas tuvieron que morir para que nosotros pudiéramos ejercerlo a plenitud.
Elegir al presidente de México es un deber que debería enorgullecernos, arrancándonos el cinismo, temor y conformismo de nuestros pellejos y atrevernos a hacer que nuestra voz sea escuchada por sobre todo el territorio mexicano.
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