Y nos dieron las 10 por Nadya Nieto

Pavka Segura
«From the series «The Line, Mexican – U.S.A. Border»»
2001-2002

El cigarro estaba a punto de consumirse entre sus dedos. Recargado sobre la pared, bajo el toldo que cubría la puerta del antro, el Gabo esperaba a que salieran las teiboleras del lugar. La lluvia arreciaba y el frío se volvía insoportable, lo único que le quedaba era prender otro cigarro y seguir esperando, mientras los transeúntes lo miran de reojo y siguen su camino.

-Buenas noches

-Buenas…

Los miércoles, a las once de la noche, terminan los bailes en tubo de las chicas de siempre y siguen las actrices invitadas que no consiguen trabajo en televisión, pero que siguen teniendo deudas. El teibol paga bien los bailes de actrices medianamente conocidas, chisme que se fue corriendo de boca en boca entre aquellas que solo consiguen ver publicadas sus fotografías con poca ropa en revistas y periódicos de farándula. Esta noche le toca a una ex conductora a la que su novio narcotraficante cambió por una nueva actriz diez años más joven. Desde afuera se escuchaba cómo anunciaban a la siguiente participante.

– ¡Reciban con un fuerte aplauso a Rubí quien sube a la pista esta noche para deleite de todos ustedes, caballeros!

De un momento a otro comenzarían a salir las muchachas. Los coches de narcos y políticos ya se enfilaban en la calle paralela, dónde Gabo estaba recargado cerca de la puerta de emergencia por donde salían los empleados del lugar. Mercedes, BMW, Audi, los distintos chóferes se entretenían hablando del partido de futbol de la tarde, mientras Gabo se acomodaba el cuello de la chamarra para evitar que el aire le entrara por la espalda, mientras disfraza un poco su evidente incomodidad ante los presentes. Piensa en la situación en que se encuentra, afuera de un teibol esperando, debía verse muy ridículo en comparación con todos esos hombres que ni siquiera se dignan en bajarse de sus coches. Prende otro cigarro mientras piensa que tal vez esta noche no saldría temprano, y otra vez tendría que esperar dos horas más.

– no ca’ pinche arbitro más pendejo,¡si eso era penal! ¡Era penal!

– Si güey no mames están bien pendejos…

Gabo se dedica a disfrutar el humo del cigarro dentro de los pulmones, cuando de pronto, una mujer sale del antro empujada por una fuerza externa, se veía que la sacaron a empujones. “¡Coman mierda, bola de cabrones!” gritó la mujer incorporándose mientras les pintaba un dedo con la mano a tres hombres que salían detrás de ella. Mientras ellos se alejaban, Gabbo ya estaba al lado de la chica recogiendo las cosas que se le habían caído de la bolsa, cuando en eso le cayó un bolsazo sobre la cabeza.

-Órale, deja mis cosas

Decía la joven mujer mientras se le iba encima a Gabbo. Éste ni se inmutó y la miró a los ojos, la joven no tendría más de veinticinco años en la mirada, aunque en la facha parecía de 30. Gabbo continuó fumando.

-¿cómo te llamas?

-¿qué nombre te gusta?

-no m’ijita si no soy tu cliente

-…me llamo Rosario

-Yo soy Gabriel

Se miran a los ojos, y sin palabras comienzan a caminar juntos. Rosario reconoce los planes que un hombre tiene con tan solo mirarlo. Los que quieren un rapidito, los que quieren que los traten como bebés, los mandilones que tienen que recurrir a sus servicios para desquitarse de una madre castrante o de una mujer controladora. Aunque también están los jóvenes inexpertos que creen que con ella se harán hombres. Pero a éste no se le ven ni las intenciones, Rosario contempla la idea de descubrir si tiene alguna.

– ¿pa’ dónde jalamos princesa?

– pues aquí nomás a la vuelta está tu casa…

– ah chinga, si yo ni vivo por aquí

-¡pendejo!

– bueno, al menos ya te hice reír

Caminaron dos cuadras y dieron vuelta a la izquierda. Frente a una puerta de madera podrida, Rosario se detuvo. Cuando entraron, los trece gatos de la dueña del predio se despertaron y sigilosamente asomaron los ojos entre la chatarra que les servía de refugio, El cuarto de Rosario olía a humedad. Ella prendió la luz y miró a Gabbo quitarse la chamarra y prender otro cigarro. Rosario no tenía nada que ofrecerle como no fuera ella, y mientras seguía mirándolo, comenzó a quitarse el vestido. Gabo respondió expulsando el humo y quitándose la camisa. Al quedar los dos desnudos se estrecharon en un abrazo lujurioso que culminó en la fusión de ambos cuerpos.

-¿apago la luz?

-¿pa’ qué?

– yo decía…

El colchón fue el cómplice final, después de la mesa, el sillón y hasta el lavabo. Como todo está en el mismo cuarto no tuvieron que hacer mucho esfuerzo para pasar de un lado a otro. El orgasmo contenido de ambos explotó encima de la cama con olor a viejo. No se preocuparon por la protección, a ninguno le importaba lo que podría pasar en un rato mucho menos las consecuencias de un frenesí sexual. Solo se trataba de un espacio en el que uno y otro era querido aunque fuera por un completo extraño.

-¿me quieres?

-…si…

– yo también te quiero

En un lejano radio se escuchaba una canción… Y nos dieron las diez y las once ,las doce y la una y las dos y las tres, y desnudos al anochecer nos encontró la luna..

– me gusta esa canción

– no me gusta Joaquín Sabina

– dije que me gustaba la canción no el cantante

– y yo dije que no me gustaba Joaquín Sabina.

– ¡Pendejo!

– “yo me dije cuidado chaval te estas enamorando,

luego todo pasó de repente,

tu dedo en mi espalda

dibujó un corazón

y mi mano le correspondió debajo de la falda…”

– lo bueno que no te gusta sabina

Se quedaron un rato mirando las manchas de humedad que había en el techo mientras escuchaban el resto de la canción que sonaba en un viejo radio de un bar rascuacho, donde poco a poco iban cayendo las risas dando paso a la soledad perpetua del compañero de una botella.

– ¿a quién esperabas afuera del teibol?

– ¿qué te importa?

– Quiero saber

– …

– ¿y?

– …a nadie…

Al “te esperaba a ti” que ella quería escuchar y que él no quería decir se lo tragó el silencio. Pasaba los miércoles por ahí a ver si lograba mirarla, a veces, ella salía del antro y entraba directito en algún coche de esos que tenían a los choferes esperando afuera mientras platicaban de futbol. Otras veces, la miraba caminar hasta la esquina y tomar un taxi. Siempre desde la distancia con un cigarro en la boca, observa cada paso hasta que la figura femenina se difumina en la penumbra, y entonces se va. Pero, ese miércoles se levantó con la decisión tomada. Las ganas que tenía de ella le impidieron pensar en lo que le podría pasar…o no. Su día en el taller pasó lentísimo, más que cualquier otro. Una impresión tras otra, significaba 10 segundos que lo acercaban poco a poco a su destino.

-Apúrese Gabriel que ya hay que ir entregando esas impresiones

– si, maestro

Ella por el contrario, era la primera vez que lo veía, nunca reparaba en algo ajeno a sus clientes. Los miércoles eran los días menos pesados y así tenía la opción de irse con alguno de los regulares o ver a sus amigas. Pero la soledad es tremenda cuando llegas a casa y sólo te saluda un cuarto vacío. Por eso estaban ahí los dos, por eso esa noche se encontraron.

-ya son las tres, ya me voy

-entonces…¿mañana?

Rosario se quedó mirando el techo. Gabbo coloca otro cigarro en su boca y trata desesperado de prenderlo pero el encendedor no funciona. Rosario continua mirándolo y le toca la cara. Gabbo se incorpora y se pone la camisa.

-oye…

-¿qué pasó?

-…ya es mañana…

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