«Patrioterías»
El jardín de junto
Por: Laura Zita
Durante el último mes de miles de trámites y vueltas en oficinas gubernamentales, no he extrañado tanto México. En todas partes del mundo hay burocracia y procesos extraños que parecen totalmente innecesarios – que lleva una copia de esto o aquello, que firma, que corre a la oficina tal, que ya está cerrada, que regresa mañana, que la señorita que lleva el caso está de vacaciones, que si es muy tarde, que si muy temprano- en fin.
Corriendo de oficina a oficina he tenido mucho tiempo para pensar. Cuando estaba en México creía como muchos otros que vivir en Europa era todo glamour como en las películas. Sin embargo, es como vivir en cualquier otro lugar, ya que como no soy hija de Carlos Slim, pues me toca limpiar el piso, hacer la comida y cuidar a mis hijas, como siempre.
De niña, mi mamá platicaba entusiasmada sobre una de sus amigas que había encontrado por los anuncios personales (antigua versión de los sitios de Internet donde se conocen hombres y mujeres) a un galán en los Estados Unidos, rápidamente se habían enamorado, se habían casado y ella se había mudado con él fuera del país. Para mí, era como el cuento de la cenicienta, pero sin final y me preguntaba qué pasó después.
Ahora que estoy viviendo en Francia, donde hay muchos inmigrantes de diferentes nacionalidades y culturas, me doy cuenta de que siempre el patio de junto se ve más verde.
Los que emigramos extrañamos nuestras costumbres, nuestros hábitos y sobre todo a quienes dejamos atrás. Los que permanecen, muchas veces tienen esta fantasía de que fuera de México todo es mejor. Desgraciadamente, tenemos una larga tradición de malinchismo que nos hace imaginar que todo lo extranjero es de mejor calidad, más bonito y más lujoso.
Sin embargo, no es exactamente así. Aun cuando hay muchas cosas buenas fuera de México, también hay cosas malas.
Los mexicanos en el extranjero siempre vamos a ser extranjeros. Para bien o para mal. La gente muchas veces se siente atraída por nuestro acento, por el color de nuestra piel, por nuestra alegría, pero también tenemos varios estigmas que nos persiguen por todo el mundo. “Los mexicanos son flojos y aprovechados” es una de las tantas frases que he escuchado, pero también hay flojos y aprovechados en todos los países del mundo.
Los emigrantes mexicanos somos muy diferentes los unos de los otros, existen quienes han dejado el país por buscar el “sueño americano”, otros que continúan sus estudios o que han encontrado buenos trabajos, otros que han perseguido el amor y muchos otros que buscan la aventura y la oportunidad.
Sin embargo, dejar el país tiene un precio muy alto: la pérdida de la identidad nacional. Aun cuando te quieras conservar muy mexicano en otro país, es prácticamente imposible querer seguir todas tus costumbres y sobre todo es muy sano adaptarte paulatinamente a la nueva cultura. Es difícil encontrar los ingredientes para comer como en “casa” y si los encuentras son muy caros, así que hay que modificar la alimentación para no gastar una millonada en tortillas y productos mexicanos de importación.
México tiene un buen clima y es difícil acostumbrarse a los largos días sin de sol de muchos de los países europeos y a no ver gente en las calles porque está nevando o porque la gente se guarda en casa durante los meses más fríos. La falta de sol verdaderamente afecta la cabeza y solo quieres estar dormido y guardando energía para la primavera y el verano.
El idioma también es otro tema. En México, desde hace muchísimos años, nos han inculcado la necesidad de hablar más de un idioma, en muchos países la gente solo habla su idioma y no hace el menor esfuerzo por entenderte y espera que tú aprendas su idioma y lo hables bien.
Y por último, la parte más pesada de vivir fuera de México es tener que trabajar de lo que sea. Aun cuando tengas estudios universitarios y experiencia laboral no es fácil encontrar un trabajo profesional. Los extranjeros hacen, en la mayoría de los casos, el trabajo que los nacionales no quieren hacer. No sucede solo en los Estados Unidos, en muchas otras partes del mundo ni los estudios mexicanos ni la experiencia laboral es reconocida. Sobre todo porque el cambio de cultura hace que la experiencia sea local. Las leyes en cada país son diferentes y también el know how.
La vida en cualquier lugar del mundo es tan buena como uno la vaya formando y la clave de la supervivencia dentro y fuera de México es la adaptación y la flexibilidad. Si hay limones, pues a hacer limonada, si solo hay manzanas, pues sidra con un poquito de tequilita mexicano para no olvidar quienes somos.