Extraño… por Laura Zita

“Patrioterías”

Extraño…

Por: Laura Zita

A menos de un mes de haber regresado a México, aun me siento extranjera en mi propio país. Durante casi dos años, mi hija y yo nos tuvimos que acostumbrarnos a la vida en “Siempre nublado, Francia”. Comimos diferente, hablamos otro idioma, vivimos como extranjeras y nos tratamos de adaptar a una vida totalmente nueva.

Ahora en México, nos está costando mucho trabajo volver a sentir la sensación de casa. La familia y los amigos nos han recibido maravillosamente, pero aun así lo más difícil ha sido abandonar la estabilidad que ya habíamos alcanzado en Francia.

Extraño especialmente el pequeño departamento que compartíamos con nuestra familia francesa, así como la tranquilidad de la vida allá. Aun cuando las ciudades en México están mejor equipadas para divertirse y encontrar todo lo que necesitas. Poco a poco nos fuimos acostumbrando a que los domingos todo estuviera cerrado, a viajar en camiones y a caminar muchísimo.

En Francia, la mayoría de la gente decide no tener auto y utilizan tanto el transporte público como la bicicleta como medio habitual de transporte. Las ciudades por lo general no son muy grandes y no están sobrepobladas como en México, así que es mucho más sencillo andar a pie o aprovechar el sistema de transporte.

También extraño mucho las grandes extensiones de parques y bosques que forman parte de la ciudad. Para donde veas hay grandes árboles que hacen que olvides un poco que estás en una ciudad y creas por momentos que vives en un gran bosque encantado. Dependiendo de la región, las casas están construidas en madera o en barro y puedes encontrar viejos edificios en el centro de las villas que recuerdan viejas historias casi salidas de un cuento de hadas.

La gente no sonríe mucho, pero tampoco el clima se presta para enseñar los dientes. Una vez mi hija y yo hicimos el experimento. Intentamos abrir la boca ampliamente y terminamos con los dientes destemplados por el frío viento que corre por la región de Bretaña.

Extraño también el silencio, aun cuando a veces me sentía casi sorda por la soledad. El silencio de las pequeñas ciudades de Francia hace que tengas mayores momentos de paz y quietud. Cuando estaba allá recordaba mucho como los camiones de gas y los vendedores ambulantes llenaban las calles con su música y con la llamada para que la gente saliera a comprar sus artículos.

Como desearía poder tener un poco de los dos mundos. Mi familia y mis amigos que me llenan de felicidad y buenos momentos, pero también la quietud y la calma que me daba la pequeña ciudad de “Siempre nublado”. Yo le hubiera puesto un poco de sol y tal vez hasta me hubiera llevado a algunos vendedores ambulantes y sobretodo me hubiera gustado poder encontrar las deliciosas frutas y verduras tropicales que tenemos en nuestro país.

Sin embargo, como no se puede tener todo en la vida hoy me toca disfrutar y comer todas las delicias mexicanas y llenar de besos a mi gente querida. Extraño tanto, pero también me siento muy afortunada de poder presentarle a mi familia y amigos a mi pequeña bebé que va a crecer rodeada de amor y calor mexicano y que también va a disfrutar del maravilloso clima de México.

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