La vida perfecta por Laura Zita

“Patrioterías”

La vida perfecta

Por: Laura Zita

Estos días he intentado hacer malabares con todos los asuntos que me tienen hoy atorada: la casa, la familia, el duelo, la pérdida, las niñas, los amigos perdidos, la desilusión y los tacos que me comí ayer. Entre una y otra cosa me di cuenta de que el hilo conductor de muchas situaciones desagradables es: la vergüenza.

No puedo creer que haya tanta vergüenza en el mundo.

Antier se celebró el día internacional de la lucha contra la violencia hacia la mujer y leí algunas noticias sobre feminicidios, maltrato, trata de blancas y muchas otras monadas que nos recuerdan que la lucha sigue sin dar frutos. Las mujeres siguen siendo atacadas, violadas y asesinadas. Y la vergüenza sigue llenando las familias que de alguna manera se sienten culpables de las miles de muertes que se dan mes con mes.

La vergüenza que impide que se denuncie la violencia domestica y que termina en el asesinato de otra mujer. La vergüenza que impide que un hombre o mujer admita su alcoholismo o drogadicción y que también termina con una familia. La vergüenza que da ser violada y que hace que no se denuncie al ultrajador y éste siga en la calle buscando nuevas víctimas.

Yo siento que debemos hacer algo con la vergüenza. Erradicarla, eliminarla de nuestras vidas y sobre todo dejar de buscar culpables, incitadores y víctimas. Nadie busca por su propia voluntad ser violentado. Ni las mujeres de faldas cortas son las más violadas, ni las esposas sumisas las más golpeadas. Existen males sociales que se callan, se disculpan y otros que se condenan con crueldad.

¿Cuáles son los crímenes verdaderamente reprochables? ¿Los que determina la ley o la sociedad?

La vergüenza nos hace etiquetar, estigmatizar y dejar de ser tolerantes. Todos vivimos situaciones difíciles en la vida y la mayoría de éstas se encuentran fuera de nuestras manos. Sin embargo, los verdaderos males sociales, esos que deberían formar parte de las agendas políticas y de los sistemas de salud son escondidas bajo los muros de la vergüenza.

Las leyes contra la violencia doméstica, aún cuando han evolucionado, siguen siendo suaves para castigar y sobre todo para probar el delito. Si no hay golpes visibles no hay crimen, sin embargo los golpes psicológicos son los que más estragos dejan, la violencia sigue incrementándose y formando parte de la educación de los hijos que crecen en hogares violentos. Millones de niños y niñas crecen pensando que así es la vida, que es normal que un padre o una madre tengan extraños cambios de humor y que las situaciones exploten en actos que nuevamente generan vergüenza y nadie habla de ellos.

Los sistemas de salud tampoco están preparados para actuar contra las adicciones ya que éstas solo se ven como falta de voluntad, cuando son enfermedades reales que deben ser tratadas con especial cuidado ya que causan daño en la familia, la base de nuestra sociedad.

Y no solo estoy hablando de México, en todo el mundo existen estos males sociales y se hace poco para combatirlos. Si las autoridades nuevamente no pueden hacer nada por erradicar estos problemas, somos nosotros quienes debemos empezar por quitarnos la vergüenza y dejar sentir que seremos juzgados por no tener una vida perfecta. Nadie la tiene.

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