Patrioterías
El Torbellino
Por: Laura Zita
Los malos hábitos son difíciles de combatir. Aun cuando ya estoy en México, me sigo sintiendo muy aislada de la gente. En “Siempre Nublado”, pasaba largos días sin hablar con nadie y estaba acostumbrada a que la mayoría de la gente no me entendiera. También me fui habituando a que todo lo tenía que resolver sola y que la mayoría de las trámites eran muy complicados y que no había nadie más que pudiera hacer nada por mi, más que yo misma.
Hoy me cuesta mucho trabajo pedir ayuda y sobre todo tener la paciencia para esperarla y entender que la gente tiene sus ritmos. Extraño el sentirme confiada. Después de dos años de estar siempre a la defensiva o alerta como gallo, hoy no sé bien como relajarme.
En “Siempre Nublado”, todo el tiempo tenía la sensación de alerta. Había tantas, tantas cosas que de verdad no entendía que no podía bajar la guardia por miedo a cometer un error, perder una cita o hacer mal un trámite.
Cuando nos fuimos, yo estaba tan emocionada por emprender el viaje. Estaba tan enamorada, tan ilusionada por conocer otro mundo, por despertar cada mañana en los brazos de mi hombre y quería correr a una nueva vida que se veía mucho más divertida y emocionante. Los últimos 6 meses en Querétaro, estuvieron llenos de adrenalina. No tenía ni una sola duda, sentía que cada acción estaba predestinada, todo salía tan fácil y no dude ni un segundo en los pasos que iba dando. Vendí todo, renté mi casa y junto con mi hija adolescente tomé el avión que nos llevaba a una nueva realidad.
No pensé mucho, solo quería volar. Conocer otra vida, amar profunda y locamente. Estaba cansada de ver lo mismo y sentir lo mismo. Pero sobretodo, moría por ver las mañanas en los ojos de mi amado. Me hacía falta en la piel, era tan difícil estar lejos de él, lo extrañaba tanto desde hacía tanto tiempo.
Ahora de regreso, me hace falta ese impulso para empezar de nuevo. Sigo sintiéndome ajena, arrancada y sigo extrañando a mi hombre y su deliciosa piel.
Todos los días busco un motivo para estar contenta acá, las mañanas comienzan duras, pero afortunadamente el día se pone mejor y termino cansadísima por las noches y no hay mucho tiempo para estar triste o para echar una lagrimita.
Me da un poco de emoción estar arreglando mi casa, la nueva escuela de mi hija mayor y la bebé que está creciendo rápidamente. La casa poco a poco está tomando forma. Todavía recuerdo como estaba antes y ahorita me da un poco de desconsuelo haberla encontrado tan descuidada. Las personas que la rentaron le quitaron todo, se robaron todo lo que pudieron y maltrataron el piso, le hicieron hoyos y no es la misma casa que yo dejé. Para mi fortuna o su desgracia, no lo sé aún, estas horribles personas se mudaron a solo dos casas de la mía…
Diario me consuelo al ver que mis niñas están tranquilas y seguras. Diario me digo que esto es una etapa más y que todo va a salir bien. Diario me entretengo viendo muebles y cosas lindas para la casa. No quiero dejarme caer, ni sentir que de verdad “nuestra historia” ya se terminó. Quiero pensar que solo es un bache, una transición y que todo va a mejorar. No sé si es verdad, pero eso me permite continuar el día y esperar a que llegue la noche sin haber derramado ni una sola lágrima.
También me ilusiona la Navidad. Ésta será la primera de la bebé. En México, vivimos la Navidad llena de colores, olores y brillos por todas partes. Ayer que estuvimos en el centro de Querétaro, las niñas no dejaban de ver todo. Había decoraciones por todas partes, elotes, fruta picada, pan dulce, churros con azúcar, algodones de azúcar, fuegos artificiales, gente que reía por las calles y todo eso que se extraña cuando uno está afuera.
Estoy en un torbellino de emociones. Unos minutos triste, otros contenta, otros tanto extrañando allá, otro extrañando mi vida de antes, otros disfrutando a mi familia, otros tantos ilusionándome y otros más desilusionándome, otros viviendo el día a día como se va acomodando y siempre rezando fuertemente porque todo se acomode.