Caminito de la escuela por Laura Zita

«Patrioterías»

Caminito de la escuela

Por: Laura Zita

La semana pasada, empecé a estudiar francés en la universidad de “Siempre nublado”, Francia. De verdad, que no recordaba lo divertido que era tomar clases, estar rodeada de gente, salir de un salón para entrar a otro, las tareas, las prisas, etc. ¡Estoy fascinada!

Me encontré con muchos otros extranjeros, que como yo, están perdidos e ilusionados con los nuevos cursos. Hay gente de todas partes del mundo y se siente una energía totalmente diferente. Es muy divertido escuchar en los pasillos gente hablando en diferentes idiomas y sobre todo es reconfortante encontrar otros mexicanos y latinoamericanos.

Aun cuando ya tengo más de año y medio viviendo en Francia, ha sido difícil encontrar puntos en común con la gente de la ciudad.

Hay gente simpática y amable por todas partes, pero siempre había tenido la sensación de no pertenecer, de ser la mexicana que confunde las recetas, que hace mal los trámites y que no comprende cosas que para los demás resultan tan obvias.

En la universidad, todo es diferente ya que las clases están diseñadas especialmente para los extranjeros que llegan al país con muchas ganas de aprender de todo y están abiertos a sumergirse en esta nueva cultura. Muchos de los estudiantes que llegan solo van a permanecer un semestre, tal vez un año, pero entre todos ellos me siento menos extranjera.

Poco a poco, se han ido formando grupos lingüísticos: los latinos, los asiáticos, los europeos, los africanos, entre tanto otros que se reunen para no sentir tanto la soledad y disfrutar al máximo la experiencia de estar estudiando lejos de sus países de origen.

Nunca faltan los renegados que no quieren tener contacto con los oriundos de su país, según ellos quieren aprender más rápido francés conviviendo solo con franceses o con personas que no hablen su propio idioma. Sin embargo, es realmente refrescante poder conversar unos minutos en español con algún compatriota y al mismo tiempo compartir la experiencia de la migración.

Me encontré con un mexicano que terminantemente me dijo que no quería tener ninguna relación con mexicanos. Su decisión aun cuando es totalmente válida, me entristeció un poco. Me hace pensar en como los mexicanos seguimos siendo malinchistas y nos cuesta trabajo ser solidarios con otros que están pasando por la misma experiencia.

Finalmente, las clases están llenas de otras personas que sin mirar el color de la piel, ni la raza son agradables y cordiales con cualquiera que se acerque a platicar con ellos.

Estar en un país diferente hace que la gente busque compatriotas no solo para sentir un poco menos la soledad, sino también para aprender de la experiencia de otros. No todos emigramos por las mismas razones y no todos se van a quedar a vivir aquí. Hay estudiantes que solo buscan mejorar su francés, mientras que otros seguirán sus estudios aquí y muchos otros están esperando encontrar una nueva vida diferente y emocionante.

Como mexicana, me encanta escuchar el español fresco de los recién llegados, me gusta platicar de nuestras ciudades, de nuestra cultura, pero también me siento muy atraída hacia la gente de culturas totalmente diferentes.

Ahora empieza una nueva aventura en las aulas universitarias, donde ya no me siento como una extranjera, por que todos lo somos. Estoy de verdad contenta de conocer a tanta gente nueva y poder compartir con ellos lo que soy: una mexicana orgullosa que vive en Francia y también estoy lista para aprender de ellos.

El jardín de junto por Laura Zita

«Patrioterías»

El jardín de junto

Por: Laura Zita

Durante el último mes de miles de trámites y vueltas en oficinas gubernamentales, no he extrañado tanto México. En todas partes del mundo hay burocracia y procesos extraños que parecen totalmente innecesarios – que lleva una copia de esto o aquello, que firma, que corre a la oficina tal, que ya está cerrada, que regresa mañana, que la señorita que lleva el caso está de vacaciones, que si es muy tarde, que si muy temprano- en fin.

Corriendo de oficina a oficina he tenido mucho tiempo para pensar. Cuando estaba en México creía como muchos otros que vivir en Europa era todo glamour como en las películas. Sin embargo, es como vivir en cualquier otro lugar, ya que como no soy hija de Carlos Slim, pues me toca limpiar el piso, hacer la comida y cuidar a mis hijas, como siempre.

De niña, mi mamá platicaba entusiasmada sobre una de sus amigas que había encontrado por los anuncios personales (antigua versión de los sitios de Internet donde se conocen hombres y mujeres) a un galán en los Estados Unidos, rápidamente se habían enamorado, se habían casado y ella se había mudado con él fuera del país. Para mí, era como el cuento de la cenicienta, pero sin final y me preguntaba qué pasó después.

Ahora que estoy viviendo en Francia, donde hay muchos inmigrantes de diferentes nacionalidades y culturas, me doy cuenta de que siempre el patio de junto se ve más verde.

Los que emigramos extrañamos nuestras costumbres, nuestros hábitos y sobre todo a quienes dejamos atrás. Los que permanecen, muchas veces tienen esta fantasía de que fuera de México todo es mejor. Desgraciadamente, tenemos una larga tradición de malinchismo que nos hace imaginar que todo lo extranjero es de mejor calidad, más bonito y más lujoso.

Sin embargo, no es exactamente así. Aun cuando hay muchas cosas buenas fuera de México, también hay cosas malas.

Los mexicanos en el extranjero siempre vamos a ser extranjeros. Para bien o para mal. La gente muchas veces se siente atraída por nuestro acento, por el color de nuestra piel, por nuestra alegría, pero también tenemos varios estigmas que nos persiguen por todo el mundo. “Los mexicanos son flojos y aprovechados” es una de las tantas frases que he escuchado, pero también hay flojos y aprovechados en todos los países del mundo.

Los emigrantes mexicanos somos muy diferentes los unos de los otros, existen quienes han dejado el país por buscar el “sueño americano”, otros que continúan sus estudios o que han encontrado buenos trabajos, otros que han perseguido el amor y muchos otros que buscan la aventura y la oportunidad.

Sin embargo, dejar el país tiene un precio muy alto: la pérdida de la identidad nacional. Aun cuando te quieras conservar muy mexicano en otro país, es prácticamente imposible querer seguir todas tus costumbres y sobre todo es muy sano adaptarte paulatinamente a la nueva cultura. Es difícil encontrar los ingredientes para comer como en “casa” y si los encuentras son muy caros, así que hay que modificar la alimentación para no gastar una millonada en tortillas y productos mexicanos de importación.

México tiene un buen clima y es difícil acostumbrarse a los largos días sin de sol de muchos de los países europeos y a no ver gente en las calles porque está nevando o porque la gente se guarda en casa durante los meses más fríos. La falta de sol verdaderamente afecta la cabeza y solo quieres estar dormido y guardando energía para la primavera y el verano.

El idioma también es otro tema. En México, desde hace muchísimos años, nos han inculcado la necesidad de hablar más de un idioma, en muchos países la gente solo habla su idioma y no hace el menor esfuerzo por entenderte y espera que tú aprendas su idioma y lo hables bien.

Y por último, la parte más pesada de vivir fuera de México es tener que trabajar de lo que sea. Aun cuando tengas estudios universitarios y experiencia laboral no es fácil encontrar un trabajo profesional. Los extranjeros hacen, en la mayoría de los casos, el trabajo que los nacionales no quieren hacer. No sucede solo en los Estados Unidos, en muchas otras partes del mundo ni los estudios mexicanos ni la experiencia laboral es reconocida. Sobre todo porque el cambio de cultura hace que la experiencia sea local. Las leyes en cada país son diferentes y también el know how.

La vida en cualquier lugar del mundo es tan buena como uno la vaya formando y la clave de la supervivencia dentro y fuera de México es la adaptación y la flexibilidad. Si hay limones, pues a hacer limonada, si solo hay manzanas, pues sidra con un poquito de tequilita mexicano para no olvidar quienes somos.