Lo paseado y lo bailado por Laura Zita

«Patrioterías»

Lo paseado y lo bailado

Por: Laura Zita

Estoy regresando a México, después de casi dos años de luchar contra el frío y los días nublados de Francia. No es de la manera que esperaba, pero aun así me da mucho gusto ver de nuevo a mi familia. Siento una extraña combinación de conocido – desconocido. Es mi tierra, mi país, pero de alguna manera ha cambiado o he cambiado yo.

Me siento hoy un poco como extranjera, las calles se ven igual a como las recordaba, la gente, el clima, pero el aire es diferente. Cuando fui por primera vez a Francia esa fue una de las sensaciones más divertidas, el aire olía tan diferente. Era un aire fresco y perfumado. Hace apenas unos días cuando llegué al aeropuerto de la ciudad de México, mi primer instinto fue aspirar el aire. Gran error, es una de las ciudades más contaminadas del mundo y no fue exactamente la sensación que estaba buscando.

Llegando a Querétaro, todo cambió. Con solo ver la cara de mi mamá, de mi hermana y de mis sobrinos sentí la paz que da la familia.

Me está costando un poco de trabajo organizar mis ideas. Todo fue tan repentino, tan brutal. No esperaba regresar hasta diciembre para pasar la navidad con la familia. Hoy tengo que recomenzar a construir mi vida aquí. Tengo que estar serena y centrada para darles confianza a mis hijas y para no pensar en la pérdida.

Hace dos años, cuando decidí junto con mi pareja empezar una nueva vida juntos en Francia. La ilusión hacía que mis pies flotaran. Nada parecía demasiado difícil si estaba tomada de su mano. La realidad fue otra, muy diferente. La expatriación tiene un costo: el duelo de sentir que no formas parte del ambiente, que todo lo que te era conocido y familiar no existe más, que tus relaciones más cercanas están tan lejos que no puedes contar con ellas como lo hacías en tu país natal.

Yo deseaba intensamente un cambio. Estaba cansada de hacer lo mismo, de escuchar que mi curiosidad natural me pedía que abriera mis alas y me aventurara fuera de mi capullo. Nunca pensé que este capullo, justamente, era el que me tenía protegida. Mis hermanas, mi madre, mis amigos eran esa red de seguridad que me hacía pensar que podía lograrlo todo. Fuera de México, junto con las costumbres, el idioma diferente y el clima también existen otros valores que no siempre son compatibles con los que me inculcaron en casa.

En este nuevo país, aprendí a conocerme más, a enfrentar mis miedos y muchas veces dejarme sucumbir por ellos.

Es mucho más sencillo en teoría. La aventura puede ser tanto buena como mala y no siempre las historias tienen un final feliz. Me siento muy orgullosa de haber logrado varios de mis sueños: tener un nuevo bebé, vivir en el extranjero y encontrar el amor. No todo salió bien, las expectativas eran muy altas, supongo. Pero hoy sé que por más glamoroso que parezca la aventura de vivir en otro lugar del mundo, también requiere mucho valor, fuerza y un toque de locura.

Lo paseado y lo bailado, ¿quién me lo va a quitar? Nadie. Sin embargo, también traigo algunas heridas que van a tardar en sanar y también me han marcado de por vida.

Aún no sé bien cual va a ser el final de esta historia, que es digna de un libro y que espero algún día poder escribir. Una de las mejores experiencias fue y es el haber conocido a muchas otras mujeres mexicanas que valientemente se enfrentan día con día a la adaptación en un nuevo país que no siempre recibe a los extranjeros con los brazos abiertos. El presente se ve un poco oscuro, pero el futuro nuevamente está en mis manos y las manos pequeñas de mis niñas que me agarran con fuerza y me recuerdan que vale la pena, siempre vale la pena luchar por estar bien, feliz y en paz.

Patrioterías. El poder de decidir: infórmate y vota

«Patrioterías»



El poder de decidir: Infórmate y vota

Columnista: Laura Zita

Hasta hace unos meses, me conservaba totalmente apolítica y no me interesaban ni las discusiones de café ni despedazar el sistema. Creía que era mejor no opinar si no estaba bien informada y me parecía un poco ridículo apasionarme con temas que no sentía que eran parte real de mi vida. Sin embargo, la distancia hace que las cosas se vean muy diferentes.

Desde hace casi año y medio estoy viviendo en Francia, en una ciudad pequeña, en el noroeste, en la región de Bretaña. La vida por acá es muy tranquila y me ha dado tiempo de empezar con nuevos proyectos, una nueva familia y un nuevo estilo de vida. También he tenido tiempo de enamorarme de mi país, la nostalgia hace que los temas cotidianos, que en casa nunca veía, acá se vuelvan mucho más interesantes.

He contemplado desde lejos como mi país se encuentra en un momento de cambio: las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina y todo mi país se agita entre dimes y diretes. Entre candidatos que prometen, se destrozan unos a otros y bombardean a la población con todo tipo de información para ganar su simpatía.

Estando tan lejos también he tenido tiempo de reencontrarme con mi cultura, mis raíces y disfrutar de las tradiciones que de niña me enseñaron. Extraño la comida, los olores, los sabores, el ruido y muchas cosas más que antes me tenía sin cuidado, pero lo que más me ha sorprendido es como en estas elecciones, los jóvenes parecen estar tomando un papel más serio.

Los movimientos estudiantiles, como: yo soy 132 han despertado a un sector de la población mexicana que antes solo estaba preocupada por el hoy. Los universitarios están tomando un rol mucho más importante y se mueven entre las redes sociales para pedir que nuestro México tenga la transparencia que se requiere en cuánto a información para poder tener las armas requeridas para elegir al nuevo presidente.

Hoy que es el día de la libertad de expresión, las redes sociales se mueven para pedir que exista una verdadera libertad. Sin embargo, la mayoría de los mensajes son negativos. Me pregunto si de verdad ¿tanta información y tanta desilusión podrán hacer un cambio verdadero en mi país?

Aun cuando soy una de tantas mexicanas que habita en el extranjero, mi país me preocupa. No me fui porque pensara que la vida en otro país iba a ser mejor, me fui con el deseo egoísta de tener una nueva familia y siguiendo el amor. De cualquier manera, mi corazón sigue en México y me duele como a muchos que haya tanta inseguridad, tantas promesas rotas y también que los candidatos no ofrezcan una luz de esperanza.

Me siento muy orgullosa de ver que México está despertando y también de que haya tanta polémica con respeto a los candidatos presidenciales. Si algo sufre mi país es de apatía, pero estos últimos días con las opiniones encontradas, los mensajes retransmitidos de persona a persona a través de las redes, me hace pensar que México de verdad está exigiendo una reforma.

En otros procesos electorales, la gente no se interesaba por los debates y el abstencionismo llenaba las casillas. Este año, los jóvenes están queriendo ser escuchados y queriendo saber más de lo que sucede. Lo que me sigue preocupando es que nos seguimos quejando y buscando maneras de desprestigiar a los políticos y las autoridades.

De verdad considero que las marchas y los movimientos civiles llevan al cambio de consciencia, pero también creo que es fácil caer en el exceso. ¿De qué sirve hacer marchas contra un candidato si se pueden hacer cosas mejores con el tiempo y la energía?

Mexicanos, levantémonos para apoyar al candidato que se acerca más a nuestros ideales y presionemos cuando el nuevo presidente llegue al poder para que cumpla sus promesas y reformule las arcaicas leyes y los viejos sistemas.

Hoy, tú, yo, todos tenemos el poder de decidir y de ejercer nuestro derecho a votar. No nos concentremos en el odio, sino en la construcción de un mejor país. Olvidemos los rencores y los sinsabores. Votemos y seamos vigilantes activos de nuestros gobernantes. Informémonos y votemos con la consciencia de que nosotros somos quienes decidimos y podemos ser un pueblo activo que se interesa por su país. No dejemos que este interés muera después de las elecciones. Infórmate, vota y se un vigilante del cambio por ti, por tu familia y por un mejor futuro.

Publicado en: letrafría