Historia y cultura del vino mexicano

México tiene una historia vitivinícola antiquísima; incluso anterior a la conquista española, pues ya desde tiempos de la época prehispánica los pueblos indígenas utilizaban las vides salvajes para hacer una bebida a la que agregaban otras frutas y miel.

descarga (7)La elaboración del vino tal como lo conocemos inició con la llegada  de los misioneros evangelizadores, los cuales, por cuestiones prácticas y económicas, se dedicaron de inmediato al cultivo de la  vid, pues requerían con urgencia de vino para consagrar y poder  efectuar sus celebraciones religiosas.

El viñedo de la Nueva España comenzó a extenderse a partir de la  ciudad de México, capital del Virreinato, hacia las regiones  septentrionales: Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí,  alcanzando posteriormente un gran desarrollo en el Valle de Parras, Coahuila, y luego Baja California y Sonora.

Una de las regiones reconocidas mundialmente por la calidad de su  vid, es la de la península de Baja California, gracias al empeño y  tenacidad de los misioneros jesuitas que transformaron los inhóspitos desiertos en zonas de viticultura, el cultivo de la uva  acompañó su apostolado misionero.

Sin duda, el auge en el consumo de vino en México se dio durante la época de la colonia, no sólo por el hecho de que los colonos tuvieran una cultura de consumo de vino, sino también en parte al hecho de que el gobierno incentivaba la producción del vino; así, Hernán Cortés, gobernador de Nueva España, ordenó en 1524 que cada colono plantara mil pies de vid por cada cien aborígenes que tuviera. Por otro lado, es importante señalar que ya  desde aquel tiempo se comenzó a practicar el injerto de la Vitis Vinífera en cepas autóctonas, mediante métodos pioneros, pues esto no se hacía en ninguna otro parte del mundo.

descarga (6)En 1597, Don Lorenzo García, un coahuilense del Valle de Parras, viajó a España para solicitar al rey Felipe II una “Merced” para plantar viñedos, siéndole concedida el 18 de agosto de 1597. Así quedó constituida la primera empresa vinícola del continente americano con el nombre de Hacienda San Lorenzo, que hoy conocemos como Casa Madero. En 1791, el fraile dominico José Loriente fundó la misión de Santo Tomás en Baja California. En 1888, Andonegui y Ormat fundaron las Bodegas de Santo Tomás y, en 1926, Ángelo Cetto estableció en Tijuana la bodega L. A. Cetto, la vitivinícola más grande del país.

En 1970, surgió la casa Pedro Domecq en el Valle de Guadalupe y, en otra escala, fueron naciendo pequeñas bodegas en Querétaro, Aguascalientes y Zacatecas. La industria vinícola estaba en pleno crecimiento y en 1988 surgió en el Valle de Guadalupe la Vinícola Monte Xanic.

Se puede afirmar hoy que somos privilegiados, en ninguna otra época se ha producido tanto vino ni en tal diversidad.

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Siendo así, cabría hacer la pregunta: ¿por qué México no tiene una tradición vinícola y por qué se toma tan poco vino?

PODRÍAMOS AVENTURAR EXPLICACIONES:

-Porque aunque los españoles trajeron la vid hace 500 años, no dejaron que esta industria se desarrollara para que no compitiera con la metrópoli.

-Porque siendo México un país subtropical, a los mexicanos se nos antojan bebidas más refrescantes como la cerveza —que disputa al vino en antigüedad—, o como el refresco, del que somos el primer lugar en consumo per cápita en el mundo. Y consecuencia de ello en bebidas alcohólicas preferimos la «cuba de uva».

Ignoro cuánto se gasta el mexicano al año en el consumo de bebidas alcohólicas, pero no creo que el problema sea económico sino de preferencias y de costumbres. Nos hace falta más educación vinícola, que dinero. Está demostrado que a mayor nivel educativo, aumentan los índices en el consumo de vino.

A diferencia de los países europeos con gran tradición vinícola, donde el vino es una bebida cotidiana como en Francia; primer lugar en el mundo —62.5 litros per cápita al año— o Italia —58.5 litros per cápita al año, en México sólo se toma vino en ocasiones especiales. Y nuestro consumo per cápita no aparece en los reportes internacionales, esto es: Japón, que aparece en el lugar 24, consume 1.1 litros per cápita al año, así podríamos deducir que nosotros ni siquiera llegamos a ese índice por lo que podemos afirmar que en México «apenas si olemos el vino».

¿CÓMO SE APRENDE DE VINOS?

infografiaBeber más no significa necesariamente beber mejores vinos, ni ser un experto en vinos.

Saber de vinos no es necesariamente adquirir los vinos más caros y famosos del mundo —aunque si se tiene la fortuna de degustar uno de estos vinos, vale la pena probarlos para comprobar que sí valen lo que cuestan.

Si se le pidiera su opinión sobre un vino, ¿Cómo lo describiría? ¿Qué aprecia de él? ¿Qué busca en él? ¿Cómo o por qué lo eligió? ¿Cómo y por qué decide maridarlo con cierto platillo? ¿Cómo lo guarda? ¿A qué temperatura lo sirve, para que despliegue todos sus atributos? ¿Y en qué copas?

Para responder a esta serie de cuestionamientos primero tendrá que informarse y leer un poco más sobre la cultura del vino, sobre los diferentes vinos que hay en el mundo y, sobre todo, degustar muchos vinos, y no atropelladamente —pues no es refresco—, sino aguzando sus sentidos. Así, gradualmente, educará a su paladar, podrá hacer mejores elecciones, aceptará pagar más caro un vino, porque se dará cuenta de que es realmente superior.

El vino es una bebida de alta cultura y es reflejo de la gran diversidad de culturas del mundo; en sus maneras y métodos de elaboración, en sus variedades de uva, en su historia, sus marcas y su gente, sus regiones, climas y suelos, ¡Y por eso es universal!