Símbolos por Carla Martínez

Esta historia fue publicada originalmente en el Blog Migrante con Ojos de Cristal De Carla Martínez

cropped-dsc03649Recuerdo muy bien que mi mamá me contaba que cuando vivió en Londres, becada por su trabajo para estudiar inglés, lloraba cuando veía la bandera mexicana.

Así que cuando me fui a vivir a Buenos Aires, tan lejos de mi ciudad, de mi gente y un poco de todo, esperaba tener esa reacción patriótica y nostálgica. Y no pasó. Vi la bandera fuera del consulado mexicano y no hizo vibrar las fibras de mi nostalgia.

Sin embargo, sí que vibraron cuando un equipo de fútbol mexicano viajó a Argentina a disputar un encuentro de la Copa Libertadores y los entrevistaron en la tv argentina: todo el equipo echó una porra. Ahí sí que me solté a llorar a lágrima viva.

La verdad es que nunca he sido una persona muy amante de la bandera nacional. Rechacé tener un lugar en la escolta cuando estuve en la secundaria y la directora pensaba que era un trauma porque estaba pasada de peso. O que petenecía a una religión en que me prohibían participar de este tipo de actos cívicos. Ni una, ni otra. Simplemente no me siento representada, lo que más amo de mi tierra no está en un lienzo. El escudo de la bandera mexicana es otra historia. Me gusta. Habla de cosas antiguas, de creencias anteriores, de nuestra conexión con esa tierra que nos vio crecer.

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Me gusta mucho que en ese escudo hay un nopal. Ese nopal tan genéricamente llamado “cactus” acá en tierras francesas. Sé perfectamente que es una planta cactácea, pero es como  llamar “árbol rosáceo” a un manzano. Esa planta que me rodeó en el campo hidalguense al crecer, que comí en deliciosas ensaladas, que es tan nuestra. Aquí en mi casa bretona, al lado de mi escritorio de trabajo, tengo un pequeño nopal que es feliz de recibir mucho sol a través de la ventana. Símbolos.

A veces parece que sólo estamos buscando pequeños elementos que nos representen. Que vayan más allá de lo que son físicamente y en su significado, nos abracen como pueblo y nos acompañen cuando estamos lejos. Para muchos puede ser una bandera, para mí es una calavera artesanal y un nopal. Me siento acunada dentro de la silueta de esos sencillos objetos y de alguna forma, me ayuda a reafirmar mi identidad, la que me da la cultura en la cual crecí.

Los bretones son muy simbólicos también. Cuentan con su bandera, su escudo de armas y su idioma. Tienen su gastronomía y tienen los triskeles, omnipresentes en toda la Bretaña, y que hablan del pasado, la historia y un poco también del presente de este pequeño rincón francés del mundo.

La primera vez que vine a Francia, cuando acepté que mi futuro apuntaba hacia estas tierras, por muchas razones vine sola. Mis dos hijos mayores me esperaron en México. Junto con un trabajo que me estresaba, una casa que tenía que arreglar y una relación tensísima con el padre de mis hijos. Problemas. Así que mi bretón me regaló un pequeño triskel de plata que aún hoy cuelga de mi cuello. Y me dijo que cada vez que sintiera que estaba sola contra esos problemas, lo tomara entre mis manos y él estaría conmigo.

De esa forma, un símbolo cultural bretón se convirtió en uno de nuestro amor.

Cuando pasé el examen de francés que me permitió tener mi primer visado de larga estadía en Francia, la examinadora lo vió colgando de mi cuello y me dijo “¿ya un poco bretona?”.

Nopales, triskeles, mexicana que vive en Bretaña.

Escribiendo una historia paso a paso, símbolo a símbolo.

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Si conmigo subes, conmigo bajarás, porque no estoy hecha para nada más…

Esta historia fue publicada originalmente el blog Sobre vivir en Holanda de Alba Salgado

¿Ya adivinaron la respuesta de la adivinanza? Pues si, se trata de La Escalera.

Cuando, años atras, llegué a Holanda, todo era nuevo, hubo que ir probando cosas que nunca había visto en mi vida y tuve que enfrentarme a cosas que quizá me fueran cotidianas…
Con el corazón desbocado y las maletas en las manos, pasé por la puerta de lo que sería, mi nuevo hogar, el sitio en el cual viviría a partir de ese momento.

Ventanales grandes y espacios abiertos (sala, comerdor, cocina). Con el tiempo, vería y comprendería que así eran las casas en Holanda (Cuando menos las fabricadas los últimos 100 años). No habían canceles en las puertas, ni en las ventanas como en mi rancho, cosa que me gustó enormemente.

Todo era lindo, lindo, lindo… hasta que llegó la hora de ir a dormir… Allí estaba, viéndome con ojos asesinos, implacable: la escalera.

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No, no me he vuelto loca (ok, lo estoy, pero eso no es novedad), simplemente, tuve que enfrentar una característica bastante «Común» de este país: Escaleras que dan horror. Y dan horror por lo increíblemente inclinadas y pequeñas.

Ya sé, seguro están diciendo que soy una exagerada y que soy una mariquita uyuyuy (Que me queo de todo), pero créanme que no es así, la cosa estaba de miedo (y lo sigue estando).

Si están pensando que estoy pidiendo unas escaleras como las de la película «Lo que el viento se llevó»… déjenme sacarlos del error (que en este caso sería horror).

NADA! de pronto me topo con unas escaleras increíblemente estrechas y empinadas, MUY EMPINADAS, tanto que en un escalón ni siquiera cabe mi pie completo.
Antes de que digan que calzo del Patorce y medio (dígase zapato de Payaso), he de comentar que mi talla de zapatos es mucho más pequeña que el de la mayoría de quienes miden 1.70 mts (24 cm de largo), por lo que sí, si puedo decir que los escalones son increíblemente pequeños.

Porque a lo mejor uno sube cual si fueran las pirámides en Palenque (Chiapas), agarrándose de los escalones de enfrente
Ya que éstos fueron pensados para que fuera imposible darle la espalda al templo mismo.

¿Pero la bajada? Uyy, Allí sí que los quiero ver! Sólo de la vista hacia abajo, servirá para tener un ataque de vértigo

Hace unos años vinieron de visita a la casa unos familiares y mi tía me pidió usar el baño ubicado en la planta alta. Cuando le mostré las escaleras sólo se escuchó la aspirada súbita de aire, mientras me miró como si preguntara dónde estaban las cuerdas de escalar. Nada, si quería subir, debía hacerlo en escalada libre, sin cuerdas.

¿¿Forma de subir al siguiente piso en Holanda??

Después de un rato, escuché que me llamaba preocupada…

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